Acostumbrados al avión, en donde el ruido apenas deja escuchar nada de lo que dicen nuestros compañeros de viaje, el AVE es un entorno muy tranquilo, tanto que se puede escuchar cualquier conversación a una distancia de 3 asientos. Ayer volvía yo de Barcelona y, unos cuantos asientos más adelante, un alemán, satisfecho de que nadie en el vagón podría entenderle, se dedicaba a explicar minuciosamente a un colega como había hecho una operación muy interesante en Barcelona -también me lo explicó a mi, bien es verdad que el entorno de transporte no es precisamente mi interés principal- a mi lado, al otro lado del pasillo, un joven de unos 35 años le explicaba a un amigo – y a mi- su divorcio en toda minuciosidad. He llegado a la conclusión que hay que tener cuidado con lo que se cuenta en el AVE por teléfono.
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