Un buen negocio puede provenir de la copia de otro que ya existe, mejorándolo o ajustándolo a un nuevo entorno. Sin embargo, los grandes negocios provienen de una gran visión de algo nuevo. Se trata de “ver” el futuro e inventarlo. Poder explicar porque vamos a conseguirlo, cual es la necesidad que cubrimos y como vamos a ganar dinero con ello, pero, lo más importante, es que la visión, aunque lejana, sea creíble y pueda mover el dinero que necesita para su ejecución.
En la mayoría de los casos, el CEO tiene la visión y sabe “venderla”, pero necesita de un equipo que crea en la misma y esté dispuesto a ejecutar una estrategia para lograr alcanzarla en el plazo previsto. Es la fase más creativa de una start-up y, en la mayoría de los casos, es precisamente la falta de una visión ambiciosa la que deja frío al inversor.
El emprendedor debe querer “inventar” el futuro de su empresa en base a dicha visión y tiene que ser capaz de trasmitirla, primero a sus colaboradores y luego a sus inversores.
¿Donde están las grandes visiones para el Siglo XXI?
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