Margaret Tatcher, cuando asumió el puesto de primer ministro en Inglaterra, tuvo claro que había que proporcionar a su país un salto que lo adaptará a las nuevas tecnogías. Acabó, por ejemplo, con los dos maquinistas de trenes de máquinas de vapor que debían -por ley- acompañar -sin hacer nada- a los dos nuevos maquinistas de las máquinas eléctricas que ya se habían impuesto en todo el Reino Unido.
Me hace gracia la columna de Lore Sjöberg en Wired sobre formatos -muy graciosos y perspicaces- de cómo mantener las industrias obsoletas y defenderlas del asalto de las nuevas tecnologías.
No tiene desperdicio y sus propuestas son tan ridículas que parecen salidas de manos de gobiernos obsoletos y faltos de ideas de esos que, desgraciadamente, todavía nos deleitan a los ciudadanos en tantos países que se creen avanzados.
Ponerle puertas al campo nunca ha valido para nada…
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