Siempre he sigo muy deportista y, en distintos tramos de mi vida, he hecho natación, judo, tenis, durante los últimos años, padel y ahora llevo un par de meses dedicado a aprender a jugar al golf. Como emprender, el golf es cosa de constancia. Me recuerda mucho al judo de mi juventud en el que decíamos que para dominar bien una llave había que haberla practicado un mínimo de 5.000 veces. Los grandes judokas, con llaves clave en sus luchas, llevaban tanto tiempo practicando su especialidad que sobrepasaban con frecuencia las 50.000 veces.
Poco a poco la bola se va elevando sin que te des cuenta que has cambiado en tu “swing”. Pasa lo mismo con las start-ups, les vas dando tiempo, conversando con tus clientes y, de repente, surge la idea ganadora. Como en el golf, la pelota -en este caso los clientes- se eleva y poco a poco pasas de ser un espectador a convertirte en el protagonista o por lo menos en un actor importante del reparto.
Casi nunca aciertas a la primera, incluso cuando lo haces, debes mantener la mirada fija en la bola – en este caso en los aspectos clave de tu negocio- y tener la humildad de aprender de tus errores, escuchando al cliente y dándole lo que pide en vez de lo que tu crees que quiere.
Y si, la humillación que sientes en el golf, cuando la maldita pelotita no se deja llevar donde tu quieres, tiene mucho que ver con los clientes que “pasan de ti” en tus negocios. Cualquier deporte es una escuela de la que sacar conclusiones para tu start-up.
Noticias relacionadas
-
¿España?: El país de nadie es profeta en su tierra.
-
¿Será 2019 un buen año para vender tu empresa?
-
Por qué la experiencia del cliente se ha convertido en una prioridad para los CIOs