Uno de los problemas de la industria del entretenimiento es que depende de infinidad de negocios distintos, encajados en un mecanismo antiguo y no del todo pertinente, en el que es casi imposible introducir un cambio si no se ponen de acuerdo. Cosa que desde luego, no están logrando.
Por ejemplo, hace poco varios estudios de Hollywood intentaban hacer frente a la piratería, por un lado, y a recién llegados como Netflix o Amazon, por otro, ofreciendo un servicio de vídeo bajo demanda. La idea es alquilar películas por televisión a los dos meses de su estreno en cines.
El primer inconveniente del plan era el precio de 30 dólares que las empresas justificaban señalando que sigue siendo inferior al coste acumulado de entradas de cine, aparcamiento, comida y a menudo canguro para los niños, un dinero que se supone que las familias se estarían ahorrando al poder ver las películas en casa.
El segundo gran inconveniente es que el plan ha despertado la ira de los exhibidores estadounidenses. Hasta ahora, las salas han respondido al declive en las cifras de espectadores elevando el precio de las entradas para aumentar sus márgenes de beneficio. Ahora, responden al plan de las discográficas amenazando con no estrenar sus películas.
Las "ventanas" o plazos exclusivos de las películas parecen ser una cuestión sagrada en este sector. Hay unos tiempos establecidos para que las cintas estén sólo en el cine, sólo en canales de pago, sólo en DVD, y por fin, en televisión en abierto. Se entiende que estos plazos garantizan que todo el mundo se lleva su parte del pastel. Y las salas no están dispuestas a renunciar a la suya.
Dado que la mayoría de los ingresos por una película se logran en el cine, y por lo general en sus primeras semanas en el cine, la amenaza de los exhibidores no es baladí. Y atención, porque no van a por los títulos menores: una de las películas que podría no llegar a las salas es "Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 2", la esperada última entrega de la saga.
Si cumplen su amenaza, las salas se quedarían sin su principal fuente de ingresos, los taquillazos, por lo que ahora nos queda esperar a ver si las productoras recogen el guante, y en ese caso, si es un farol o de verdad están dispuestos a dejar las salas vacías.
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