Suele ocurrir en esta era globalizada que todas las empresas de un sector están relacionadas entre sí. Por ejemplo, a muchos les sorprende que uno de los que invirtieron en su día en Apple fue su archirrival Microsoft. Y a muchos les sorprenderá que esa misma empresa sea una de las beneficiadas de la fiebre Android.
Según la firma de análisis Citi, cada dispositivo HTC con Android que se vende supone 5 dólares en ingresos para Microsoft. La firma taiwanesa paga ese dinero como compensación por una violación de patentes, aunque en definitiva lo que viene a suponer es que Microsoft ingrese más con Android que con su propio sistema Windows Phone 7.
Si echamos cuentas, HTC vendió el año pasado unos 30 millones de terminales, que a cinco dólares el aparato reportarían a Microsoft 150 millones de dólares. POr su parte, se calcula que Microsoft ha vendido unos 2 millones de smartphones con WP7, que a 15 dólares la licencia (que se cobra al fabricante del hardware) supondrían 30 millones de dólares, la quinta parte de lo que recibe de HTC.
Tras el fiasco de los móviles Kin el año pasado, la empresa renunció a fabricar sus propios teléfonos, y decidió centrarse en el software. Su WIndows Phone 7 logró una gran aprobación de la crítica al llegar, pero una imagen algo desfasada ha hecho que las ventas de sus dispositivos decepcionen a los fabricantes.
Después, algún problema que otro con el software han empeorado la imagen de la plataforma, que sin embargo se esfuerza por atraer desarrolladores y ha lanzado una importante actualización en las últimas semanas, mientras trabaja en su alianza con Nokia.
Pero entre tanto, el negocio de su rival Android, desarrollado por Google, ha crecido hasta ser la plataforma líder en Estados Unidos, desatado una fiebre internacional. Y también se ha convertido en una fuente de ingresos nada desdeñable para Microsoft, gracias a la agresiva campaña de demandas por propiedad intelectual.
No es la primera vez que surgen voces poniendo en duda que las obsesón por las demandas de patentes ayuden a la tecnología. De hecho, Nueva Zelanda ha prohibido las patentes de software para fomentar la competencia.
Mientras tanto. el paisaje de las demandas por patentes oscila entre lo absurdo y lo grotesco, como reflejan la super demanda de Paul Allen -casualmente, co fundador de Microsoft, que ha demandado a media industria– o la incansable batalla de los hermanos Winklevoss -que no se conforman ni con una victoria legal ni con una película que les da la razón- contra Facebook. O el hecho de que Microsoft gana más dinero con la plataforma de otros que con la suya.
Lo que nos preguntamos ahora es si va a pasar lo mismo con las tabletas, un sector en el que Microsoft aún no ha presentado una alternativa a la altura de sus competidores.
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