Siempre hay que tener un plan B. Las cosas casi nunca salen como uno las tiene previstas y hay que elaborar un plan alternativo para cada situación importante de la empresa. ¿Que pasa si no consigo la siguiente ronda de ampliación de capital? ¿Que pasa si no consigo arreglar los problemas de software que tengo? ¿Que pasa si no consigo un CFO a la altura de nuestras necesidades de tesorería? ¿Que pasa si mis actuales inversores no quieren invertir más?
Muchas cosas pueden salir mal y no debemos planificar siempre para situaciones óptimas. Una empresa de gran potencial se puede venir abajo por un “timing” que retrasa su salida a Bolsa, la siguiente ronda de ampliación de capitales, un revés en las ventas o una pérdida de directivos clave.
En algunos casos pasa por reducir la actividad y adaptarla a las cifras de ingresos que tenemos más o menos garantizadas. En otras hay que conseguir el punto de equilibrio meses antes de lo previsto aunque ello represente una reducción en el crecimiento. En otros casos hay que reducir los sueldos durante un tiempo a todos los ejecutivos clave motivándoles para que aguanten y no se vayan.
Ser CEO no es un camino de rosas, al final, toda la responsabilidad es suya…y no puede pasársela a nadie más.
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