Un negocio tradicional tiene, como principal problema, que en general está dirigido a unos pocos clientes. Es decir, una pyme sobrevive con un centenar de clientes, de los que 20 más o menos, representan el 80% de sus ingresos y márgenes. Este principio de Pareto se repite con frecuencia. Es un entorno que suele ser terriblemente patriarcal, en el que manda el dueño y él tiene que aprobarlo todo.
Como explico en mi libro, en el caso de la empresa familiar de Cuenca, hay que reconocer pronto lo que se puede o no hacer en la empresa y, si es necesario, como con la familia del libro, crear una empresa filial que funcione con reglas de juego modernas, aproveche las redes sociales y contrate a empleados de varias nacionalidades para promover la innovación y la expansión internacional.
Así que la respuesta clara es que sí se puede, pero no es sencillo. Hay que contar con la complicidad del dueño o del Director General, poder disponer de participaciones para incentivar al personal clave y crear un presupuesto concreto, con objetivos medibles y toma de decisiones a todos los niveles.
Noticias relacionadas
-
¿España?: El país de nadie es profeta en su tierra.
-
¿Será 2019 un buen año para vender tu empresa?
-
Por qué la experiencia del cliente se ha convertido en una prioridad para los CIOs