Anatomía de un pingüino

La breve historia de Linux es similar a la de muchos niños estrellas que de vez en cuando surgen de la Meca del cine. Irrumpen con éxito, convirtiendo en oro todo cuanto tocan, de manera que muchos se aproximan a ellos intentando conseguir algo de su buena fortuna. Poco después, normalmente llegados los granos de la adolescencia, tropiezan y pierden su toque dorado. Con suerte, unos pocos afortunados, se levantarán siendo unos buenos actores, generando de nuevo riqueza y reuniendo aún más seguidores.

El kernel que concibió Linus Torvalds hace 10 años en la universidad de Helsinki, basado en Unix e imbuido de la filosofía libertaria open source de la que Richard Stallman es profeta, pronto se convirtió en el sistema operativo alternativo al omnipresente Windows. Adorado por los usuarios más avezados de las computadoras personales, en muy poco tiempo ya contaba con distintas distribuciones (versiones) en el mercado y copaba el mercado de los servidores gracias a su estabilidad, una herencia involuntaria de su padre Unix.

Era cuestión de meses que empezaran a surgir empresas dedicadas a lucrarse con Tux (el nombre del pingüino que simboliza a Linux) facilitando máquinas, servicios y/o distribuciones. Al principio lo consiguieron, las salidas a bolsa de compañías como Red Hat, Caldera o VA Linux fueron espectaculares, Linux tenía el toque del rey Midas.

Pero ya no lo tiene. Con la crisis que azota las tecnológicas, el valor de las empresas de Linux se evaporó como agua al sol, y aunque es cierto que este descenso a los infiernos ha sido generalizado y ha afectado a muchas compañías de distinto tipo, no sólo a las que vivían del pingüino, también es verdad que éstas fueron de las primeras en caer y de las que más sufrieron. No obstante, es indudable que Linux como tal tiene futuro, por lo que se deduce que las empresas de Linux también. Que los modelos de negocio varíen, que sean estas compañías, otras nuevas o viejos gigantes como IBM o HP que ya han demostrado su interés por el pingüino, es lo que está aún por ver.

Una década después de su nacimiento, ganada la batalla de los servidores y perdida la de crear empresas milmillonarias, tan sólo queda comprobar si Linux se convierte en un Macaulay Culkin o en una Jodie Foster. Todo da a entender lo segundo.

La nueva contienda, probablemente la más decisiva, parece depender de que consiga extenderse entre los usuarios de a pie. Y la gente de Linux más preclara lo sabe: en la última LinuxWorld Conference & Expo, al igual que en las últimas ediciones de las españolas Linux Expo e HispaLinux, los mayores protagonistas fueron Gnome y KDE, los dos principales proyectos de crear interfaces gráficas y amigables; incluso Linus Torvalds, artífice del núcleo de estos sistemas operativos, hizo hincapié en que lo importante en estos momentos no es lo que él hace, sino convertir al pingüino en una buena mascota para todo tipo de hogares.

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