Había una vez un gurú de la tecnología que tuvo un sueño: fabricaría ordenadores baratos y los vendería a precios muy asequibles a países tercermundistas, dotándoles de una herramienta fundamental para el acceso a la educación y la información global. Pero el romanticismo de la idea duró poco: justo el tiempo necesario para que algunas compañías relacionadas con la tecnología se dieran cuenta de que allí había negocio. Ellas también se lanzarían a fabricar y comercializar ordenadores baratos, iniciándose una competencia inédita por un mercado hasta entonces totalmente ignorado.
El final de la historia deja dos ideas para reflexionar: primera, el papel de la India, convertida en adalid de los pobres, que se declara autosuficiente para desarrollar y distribuir un portátil no ya a los famosos 100 dólares, sino a la mitad de esa cantidad.
Y segunda: ¿por qué nos cobran tanto por un ordenador, si es posible fabricarlos y venderlos a la cuarta parte del precio que estamos acostumbrados a pagar?
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