De cavernícolas y revolucionarios

La industria musical sigue buscando su identidad en el marco de las nuevas tecnologías, agotados como están (aunque muchos se resistan a admitirlo) los tradicionales modelos de distribución de la música. Así, mientras unos se suben al tren de la modernidad, otros se arman de garrote y pedruscos y se hacen fuertes en sus cavernas, decididos a no abandonarlas por mucho que afuera cambien los tiempos.

Esta semana, el grupo Radiohead anunció que los internautas podrán descargar los temas de su último álbum a través de su página web, pagando el precio que consideren justo por ellas. Es decir, si alguien considera que no debe pagar nada por disfrutar de su trabajo, el grupo británico lo aceptará con deportividad y buen talante. Eso se llama fair play y confianza en la honestidad de sus seguidores.

En el extremo opuesto de la modernidad encontramos una vez más a la RIAA, que ha conseguido ganar uno de los juicios ejemplarizantes a los que tan aficionada es. La cabeza de turco ha sido en esta ocasión Jammie Thomas, una mujer a la que las 24 canciones que se bajó de Kazaa le saldrán a 9.250 dólares la unidad, en total 220.000 dólares. Ya quisiera la RIAA que cundiera el ejemplo.


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