La discordia alrededor de Wikileaks no se genera sólo por su relación con los medios o con los Gobiernos; parece que también hay cizaña de sobra en el interior de la organización.
Wikileaks ha pasado de ser una anécdota, una página que publicaba en ocasiones secretos corporativos y a veces datos gubernamentales de importancia menor (como las páginas que se quedan fuera del filtro australiano a Internet), a convertirse en una gran fuente de polémica cuando empezó a publicar secretos militares.
Sus defensores afirman que publica información que el público tiene derecho a conocer, entre otras cosas porque las guerras se pagan con sus impuestos. Sus críticos (que no son sólo militares, también el co fundador de Wikipedia Jimmy Wales) aseguran que publicar datos tan sensibles pone en peligro las vidas de tropas y confidentes.
Precisamente, el asunto de los confidentes ha causado malestar entre varios colaboradores de la organización. Julian Assange, el carismático fundador de la web, ha fijado para el 18 de octubre la liberación de un enorme paquete de información sobre la guerra en Irak. Y muchos de los miembros del grupo advierten que no hay tiempo suficiente para eliminar los nombres de confidentes y civiles que podrían correr peligro si se publica que colaboran con las tropas de la OTAN lideradas por EEUU.
Además, algunos ex colaboradores se quejan de que Assange se comporta de forma autoritaria. Y ya son varios, incluyendo a su portavoz, los que han dimitido.
Y mientras tanto, Wikileaks sigue en marcha, acusando al Pentágono de \”punkies nazis\” por destruir un libro de memorias de un militar retirado, y que la página afirma ya tener en su poder.
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