Apple ha presentado algo. Da igual qué producto exactamente, seguro que es bonito y reluciente, y hay tanta gente que lo adora como gente que lo detesta. Poco después se agotan las existencias en su página web para reservas, y a las dos o tres semanas, se forman largas colas en las tiendas de la empresa en todo el mundo. En cuanto nos acostumbramos un poco y hemos visto dos o tres vídeos descabellados con el aparatito de marras, va a Apple y presenta algo. De nuevo, no importa si es un móvil o un ordenador o una bicicleta estática. El ciclo da otra vuelta. Afortunadamente, en este sector hay más empresas que Apple y tenemos algo de variedad que nos distrae de sus productos. Como por ejemplo, problemas de privacidad. Siempre hay alguien que tiene problemas de privacidad, da igual que sea por sus normas o por una pifia o por una filtración. Otra vez parece que siempre ocurre lo mismo. La próxima vez que aparezca un artículo sobre las horas que pierde la gente con la moda de turno (FarmVille, Twitter, Facebook, YouTube, da lo mismo) es posible que sólo leer el titular nos dé una sensación de dejà vu, como de haber leído eso en alguna parte, alguna vez. O doscientas veces en cincuenta sitios. Si piensan que nosotros, lectores y redactores de noticias tecnológicas, lo tenemos mal, ya pueden ir cambiando de idea. Los que siguen corriendo como hámsters en una rueda, todos los días sin avanzar un paso, son las empresas. ¿O acaso no leemos cada dos por tres que las compañías siguen sin entender Internet, que siguen sin aprovechar las redes sociales o que siguen (inimaginable) sin tener página web? Otra cosa curiosa es la de los píxeles.
Nunca tenemos suficientes píxeles, suficiente definición. Necesitamos la pantalla más grande, más detallada, con más velocidad de respuesta y sobre todo, con más píxeles. La carrera por la alta definición nunca termina, y cualquier día miraremos atrás para descubir que el Blu-ray nos parece burdo, cutre y sin el encanto nostálgico de los gráficos de la SuperNintendo. Menos divertido es el asunto de la compatibilidad. No importa cuánto tiempo pase (y sobre todo, no importa lo que digan), las grandes empresas tecnológicas no terminan de interiorizar eso de la compatibilidad. Y por lo tanto, siempre estamos hablando de qué programa no es compatible con qué dispositivo o con qué archivo. Un día tras otro, las barreras de los sistemas propietarios se mantienen por mucho que pidan los defensores de los estándares abiertos. Puede que estemos exagerando. Hay grandes avances, después de todo. Dispositivos rompedores como el iPad (si no fuera porque las tablet son más bien antiguas) y tecnologías nunca vistas como la de la Wii (aunque hacía décadas que los recreativos tenían juegos con sensor de movimiento), En conclusión, aunque este mundo es fascinante, a veces da la sensación de que vivimos atrapados en el tiempo.
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