Ni spammers, ni hackers, ni phisning, ni spyware. El principal riesgo que arrostran las empresas, en concreto sus ordenadores y programas informáticos, proviene de sus propios trabajadores, de los empleados descontentos, por unos u otros motivos: reducciones de salario -o peticiones no atendidas de aumentos de sueldo-, promesas de planes de pensiones fallidas, creciente uso de la subcontratación de funciones y personal… Son factores que llevan a muchos a rebelarse contra quien, al fin y al cado, les da de comer.
Y nada mejor para ello que atentar contra las redes informáticas, contra los PC, verdaderas espinas dorsales de las compañías de hoy. Risk Control Strategies ha hecho un estudio del que se desprende que la inmensa mayoría de los responsables de recursos humanos y de seguridad de las empresas cree que este tipo de violencia en el lugar de trabajo ha crecido de manera alarmante en los últimos dos años.
Concretamente, casi la cuarta parte de las más de 200 empresas de entre 500 y 900 empleados analizadas ha sufrido en el último año ataques de sus propios empleados, ya sea en forma de virus, troyanos, etc. Se trata de un problema complejo que no se resuelve con medias tintas; se requerirían demasiados medios técnicos y no pocas personas dedicadas a prevenir estos ataques, por lo que se puede afirmar que éstos no sólo persistirán, sino que irán a más.
Identificar al enemigo –varones de entre 25 y 40 años, generalmente– y tratar de abortar sus malévolas intenciones se ha convertido de esta manera en una de las prioridades de cualquier encargado medianamente preocupado por la supervivencia y el valor de marca que transmite su compañía.
Otro peligro que acarrean los empleados insatisfechos, o los antiguos trabajadores que guardan ocultos rencores, son sus actividades chantajísticas.
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