Si Microsoft llegara a desarrollar el proyecto para el que ya ha registrado la patente (no olvidemos que se registran miles de patentes que después no cristalizan en ningún producto concreto), cualquier empleado controlado por ese supuesto software que mediría sus constantes vitales debería trabajar con cara de póquer si no deseara arriesgarse a la posibilidad de un despido, o como mínimo, de una llamada de atención. Porque la alteraciones en el ritmo cardíaco o la presión sanguínea pueden deberse, sí, a mirar de tapadillo fotos picantes o a echar una partida en algún juego online, pero también a la acumulación excesiva de trabajo o a la noticia de una nueva subida del Euribor… ¿Será capaz el software de detectar tan sutiles diferencias?
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