Solemos ver a Silicon Valley como el lugar ideal para fundar una empresa tecnológica, y a Europa como un mercado difícil y duro para los emprendedores. Pero, según The New York Times (precisa registro), eso está cambiando.
Al fin y al cabo, ¿dónde residía el secreto de Silicon Valley? Según algunos expertos, en que durante décadas de negocios y relaciones sociales se formó una comunidad de inversores de capital riesgo y expertos en tecnología. Como indica Tariq Krim, jefe ejecutivo de la empresa francesa Netvibes, allí se podía \”fundar una compañía interesante con sólo hablar con alguien a quien te encontrabas haciendo la colada\”.
Pero, ahora que Internet ha sustituido en parte a los contactos sociales cara a cara, son muchos los emprendedores que toman las ideas o el espíritu de Silicon Valley para trasladarlas al viejo continente.
Hay muchos ejemplos de esta tendencia. Está el sueco Niklas Zennström, cofundador de Kazaa, Skype y ahora Joost (antes llamado The Venice Project), una distribuidora P2P de vídeos entre particulares. También FON, fundada en Madrid por Martín Varsavsky, o Truphone, una compañía de telefonía creada en Londres por el alemán Alexander Straub.
Claro que hay diferencias entre montar una empresa en la meca de la tecnología y fundarla en Europa. Una de ellas es la forma de tratar el fracaso. En lugar de llevar los errores pasados como dignas heridas de guerra, los europeos que no tienen éxito a la primera suelen verse condenados de alguna manera por los inversores. Veremos si esto también cambia.
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