Parece que Google tiene montado un sistema de castas profesionales en el que los empleados que se dedican a trabajos relacionados con los negocios, como los comerciales y la fuerza de ventas en general, están varios peldaños por debajo de los ingenieros, programadores y responsables de producto.
Según Business Week, no solamente estos últimos colectivos tendrían mayor influencia y peso específico dentro de la compañía, sino que además tienen prejuicios contra los hombres de negocio. Los rumores aseguran que la interacción entre estos profesionales sería prácticamente nula.
Lógicamente, fuentes del buscador se han apresurado a desmentir estas acusaciones, afirmando que se han hecho con los servicios de varios trabajadores con títulos de MBA. En cualquier caso, no son pocas las voces que se alegran de oír aquello de que los ingenieros son la clave para que las empresas crezcan.
En realidad, estas afirmaciones -de ser ciertas- tampoco serían nada del otro mundo. Rara es la empresa en la que sus diferentes estamentos no se consideran a sí mismos como fundamentales y decisivos en la misma, por encima de los demás departamentos.
Hasta ahora, el devenir de Google no invita precisamente a pensar en que tales circunstancias estén afectando a su actividad seriamente, sino más bien todo lo contrario. Pero haría bien en sofocar las excesivas ambiciones, las actitudes ensoberbecidas y las potenciales luchas intestinas. Más de una empresa se ha ido al garete, o por lo menos se ha visto gravemente afectada en su labor cotidiana, por cosas como éstas.
Porque no centrarse en los clientes, que es al cabo lo que de verdad importa, suele resultar letal.
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