Si todavía no pagamos con un monedero electrónico cuando compramos el periódico o tomamos un café, el motivo principal (al margen de para dejar un euro de propina, como diría el ministro Solbes) es que hay muchos a los que no les interesa que lo hagamos. Como sostiene Felipe García en este artículo, la tecnología está ya lo suficientemente desarrollada como para que no necesitemos llevar calderilla en el bolsillo y podamos pagar de cuenta a cuenta los pequeños desembolsos diarios. El problema es que, en el sistema actual de pagos, hay demasiados intereses e intermediarios sacando tajada, y no es fácil cambiar esta situación.
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