Julian Assange ya es oficialmente un fugitivo, después de que la Interpol emitiera ayer una orden de busca y captura internacional.
Al fundador de Wikileaks se le persigue por los presuntos delitos de acoso sexual que se le imputan en Suecia, y que según Assange son una farsa para desacreditarle. El abogado de Assange, Bjorn Hurtig, ha asegurado que el australiano ya esperaba una orden de este tipo.
La orden ha sido emitida por petición de la Oficina Internacional de la Fiscalía Pública de Gotemburgo, y es de categoría roja, lo que significa que se le otorga la máxima prioridad.
Lo que nadie sabe es dónde está ahora Assange, que si ya antes de esta noticia se movía rodeado de secretos y cautelas, ahora con más motivo. Algunos rumores le situaban en Ecuador, aunque el país sudamericano ha desmentido que se haya ofrecido a acogerle.
La orden de detención llega unos días después de las nuevas filtraciones publicadas por Wikileaks, 250.000 mensajes enviados por el servicio diplomático de los EEUU, de las que el diario El País publicaba ayer nuevos extractos.
El caso es que Assange se encuentra ahora en una encrucijada personal, en la que debe optar entre dar la cara ante las acusaciones que pesan sobre él –sean ciertas o no- o seguir ocultándose y comprometer la viabilidad del proyecto Wikileaks.
Assange tendrá sus dudas, pero hay quien no las tiene sobre qué habría que hacer con él. Tom Flanagan, un profesor universitario que es asesor de Stephen Harper, primer ministro de Canadá, dijo ayer en una entrevista en la cadena CBC que lo que Barack Obama debería hacer es “asesinar a Assange”. Eso es tener las cosas claras.
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