La tecnología ha cambiado muchas cosas en los últimos tiempos. Entre ellas, la forma de organizar el trabajo en una oficina. Hace años, el empleado llegaba a su puesto laboral, se sentaba en su escritorio, hojeaba tal vez la prensa, comentaba los resultados de la jornada deportiva con sus colegas, tomaba un café y se centraba en los asuntos a despachar en el día, tan sólo interrumpido por los ocasionales timbrazos del teléfono o al atender la correspondencia (postal, por supuesto). Claro que aquello ocurría antes de que existiera Internet.
Gloria Mark es especialista en HCI (Human Computer Interaction), y se dedica a estudiar como la tecnología influye en nuestro comportamiento. A comienzos de 2004 inició un estudio destinado a averiguar hasta qué punto la avalancha de tareas generada por los dispositivos tecnológicos afecta al comportamiento de los empleados de una oficina. Los resultados, publicados esta semana en The New York Times Magazine, son de lo más sorprendente.
Mark descubrió como la mecánica del trabajo se encuentra enormemente fragmentada. Cada trabajador puede dedicarse a una tarea determinada durante una media de once minutos antes de que otro asunto le distraiga. Es más, incluso esos once minutos se ven a su vez interrumpidos por microtareas de tres minutos, que es el tiempo en que se tarda en contestar un e-mail, visitar una página web, modificar un documento o contestar al amigo que aparece en el messenger. Entre unas cosas y otras, cada vez que al trabajador se le va el santo al cielo, tarda 25 minutos en volver a la tarea original.
Curiosamente, los trabajadores no contemplan estas continuas interrupciones como un obstáculo a su trabajo, sino que las consideran parte esencial del mismo. Para los trabajadores tecnológicos, son las propias “distracciones” las que configuran y dan sentido a la jornada laboral. No se trata de una plaga o una molestia, sino de la misma esencia del trabajo, y por tanto de una parte imprescindible del mismo. En este nuevo escenario tecno-laboral, desconectarse del mundo exterior equivaldría a desconectar del propio trabajo.
Linda Stone, una ejecutiva de software que ha trabajado en Microsoft y Apple, habla del concepto de “atención parcial continuada”: prestamos atención a multitud de focos simultáneos, pero no nos centramos en ningún asunto concreto, algo en realidad beneficioso, pues nuestras relaciones sociolaborales nos hacen sentirnos necesarios y reclamados. Es por esta razón que en la oficina podemos sentirnos tanto abrumados cuando sus demandas nos sobrepasan como exultantes cuando manejamos correctamente el temporal. Lo ideal, claro, es dar con el término medio.
Nuevos tiempos, nuevas formas de entender el trabajo…
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