La justicia británica ha concedido la libertad bajo fianza a Julian Assange, aunque sea bajo estrictas condiciones y tras recibir 200.000 libras, a falta de que se celebre una vista sobre su posible extradición a Suecia, donde se le busca por algunos delitos de índole sexual.
El argumento de la defensa, sin embargo, es que esos cargos (que él niega y califica de montaje) responden más bien a la persecución que sufre WikiLeaks en general y Assange en particular debido a las últimas filtraciones de la página, fundada por Assange con la intención de acabar con los secretos gubernamentales y corporativos.
WikiLeaks llevaba años un tiempo desvelando secretos al mundo, desde la lista de páginas censuradas por el filtro que impone el Gobierno australiano sobre sus ciudadanos, o detalles poco favorecedores sobre empresas. Pero ha sido la filtración de documentos estadounidenses (empezando por un vídeo de un ataque militar y terminando por cientos de miles de despachos diplomáticos) la que lo ha convertido en la bestia negra de la diplomacia estadounidense.
Empresas como Amazon, Visa o Mastercard han cedido ante las presiones gubernamentales, cancelando cuentas y servicios a la plataforma y ganándose ataques DDoS en represalia lanzados por el grupo Anonymous. Mientras tanto, internautas anónimos y personajes famosos se han puesto del lado de Assange, personaje que gana tantos adeptos como detractores en torno a su misión, su personalidad y su trabajo.
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