Mientras el Supremo de Estados Unidos se plantea si prohibir que los menores compren juegos violentos es anticonstitucional, los Boy Scouts, esos entrañables chiquillos de las galletas y las chapas, crean un premio a los videojuegos.
No se trata de dominar un juego difícil, ni de ganar a los amigos en una liguilla. Tampoco tienen su propia aventura gráfica de explorar y hacer nudos e identificar pájaros. De lo que se trata es de concienciarse con la clasificación por edades de los juegos.
Los niños -porque el premio es para los \”cachorros\”, los pequeños exploradores- tienen que explicar por qué es importante tener un sistema de calificación, comprobar que sus juegos son adecuados para su edad, hacer un horario con las horas que pueden dedicar a jugar (y cumplirlo) y aprender a jugar uno nuevo acorde con su edad.
Eso sí, aclaremos que no es una chapa lo que conceden, matiz que aclara una scout en How Stuff Works del grupo, sino un adorno para el cinturón. El que quiera una chapa –aunque sea de Foursquare– tendrá que seguir saliendo al mundo exterior.
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