A menudo se nos recuerda las precauciones que debemos adoptar cuando realizamos alguna operación a través de Internet en la que se ven involucrados nuestros datos personales: no utilizar contraseñas demasiado elementales, no contestar correos sospechosos, no instalar ningún archivo de procedencia dudosa, fijarnos en si nos encontramos en una página segura o no, etc. Lo “gracioso” es que luego alguien pueda extraviar los datos de 25 millones de personas por el hecho de que un funcionario novato se haya equivocado al enviar por correo los discos de una oficina a otro. Suena a chiste pero es real, y no ha sucedido en Tanganica, sino en el Reino Unido. Vaya ejemplo.
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