Las rutinas y los procesos empresariales, a veces complicados y absorbentes a más no poder, tienen el inconveniente de que en más casos de los que sería deseable las compañías se olvidan de su principal activo, de su razón de existir en realidad: los clientes.
Sólo cuando llegan mal dadas y es preciso buscar responsables y aun cabezas de turco es cuando se encienden las alarmas. Pero ni siquiera llegado este momento se suelen tener en cuenta la opinión y los pensamientos de los usuarios.
Ponerse en el pellejo del cliente es, en este sentido, una excelente táctica para atisbar por donde van los tiros y cómo se pueden remediar los fallos y errores que se puedan cometer.
Porque además ocurre que rarísima vez los ejecutivos de las empresas se echan a la calle para conocer de primera mano por donde respira el mercado y qué desean realmente los consumidores.
Sólo teniendo en cuenta las corrientes de opinión que circulan entre los consumidores será posible captarlos y fidelizarlos para que no elijan a la competencia y empiecen a llegar las goteras a nuestro negocio. Más
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