Todos hemos visto infinidad e veces a líderes políticos dándose un baño de multitudes en algún pabellón o cualquier otro recinto, entre lluvia de confeti y ondear de banderas del partido. Lo que jamás se ha visto es que en alguno de esos actos un solo asistente se dedique a abuchear al orador de turno, y mucho menos a increparlo o mostrar disconformidad de opiniones. Y es que las arengas políticas son uno de los mejores ejemplos de la comunicación endogámica, que Luis García de la Fuente define como aquella que se utiliza para lanzar un mensaje a una audiencia que ya está suficientemente convencida de lo que escucha. Buena fórmula para aumentar el ego, pero mala para vender.
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