Renfe, otro ejemplo a no seguir

Algunas veces hemos escuchado la siguiente queja, relacionada con la innovación tecnológica: que ésta es perjudicial para el empleo, porque el trabajo que hace un ordenador o un robot sustituye al que llevan a cabo varias personas. Obviamente, se trata de una falacia, por una razón muy sencilla: primero, se necesita gente para idear y desarrollar cualquier programa o aplicación; segundo, se necesita más gente para implantar, mantener y enseñar el funcionamiento de aquéllos a otras personas; y tercero, se necesita más gente todavía para mejorar, evolucionar e innovar en las aplicaciones o sistemas ya existentes. En definitiva: la inversión en tecnología no sólo no destruye empleo, sino que lo genera.

Un razonamiento tan sencillo parece haberse escapado a los directivos de una empresa del calibre de Renfe, que prefiere optar por métodos carpetovetónicos en el trato con sus clientes. Como se cuenta en este artículo, resulta un tanto lamentable ver cómo se prefiere optar por técnicas que ahorran unos duros hoy, pero son hambre para mañana. Total, para qué preocuparse de la atención al cliente cuando no existe la competencia.


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