Philip Rosedale debe estar llorando por las esquinas. Decenas de empresarios han decidido coger sus bártulos virtuales para irse con la música a otra parte, porque Second Life no parece ser la tierra prometida. Se esperaba mucho de este mundo virtual, quizá demasiado, y no parece que finalmente sea la panacea que muchos analistas pronosticaron.
Sí, Second Life tiene multitud de usuarios que se conectan cada día y que pasean su palmito por las calles de algunas islas, pero no les apetece rascarse el bolsillo para comprar objetos. Por un lado, las tiendas de productos virtuales han demostrado ser un ‘bluff’ casi absoluto, ya que sus ventas han sido reducidas al máximo. Además, aquellas que ofrecen productos físicos que se envían al domicilio de los clientes tampoco han sido demasiado efectivas, quizá por la falta de ofertas.
El caso es que muchas empresas ya no encuentran razones para continuar sus andanzas en SL, pese a que hasta ahora se veía como una forma de posicionamiento que ofrecía una buena presencia de marca. Nadie parece interesarse por entrar a ver sus instalaciones cuando pueden, entre otras cosas, hablar con sus amigos o pasear tranquilamente.
La economía de Second Life se resiente, y los dólares Linden parecen más inútiles que nunca. Eso sí, tan solo los negocios de juguetes sexuales parecen mantenerse a flote; cosas de los usuarios.
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