Cambia, todo cambia, cantaba Mercedes Sosa. Del estudio que elabora anualmente la consultora Computer Economics acerca de la incidencia del malware en las empresas estadounidenses se desprenden conclusiones agridulces. El año pasado, las pérdidas causadas por virus, spam, troyanos, adware, spyware y demás indeseable calaña ascendieron a 14.200 millones de dólares, lo cual supone un descenso respecto a las cifras de 2004. Muy meritorio, podría pensarse, ya que cada año hay más basura en circulación. Pero el gozo se va al pozo cuando se constata que muchas empresas han implantado soluciones específicas de seguridad, por lo que se compensa lo comido por lo servido. Además, ha cambiado el carácter de las amenazas a la seguridad: cada vez se lleva menos el elemento incontrolado, que se lanza para causar daño de manera indiscriminada y aleatoria, y se da más el ataque puntual, generalmente dirigido a entidades que poseen valiosas bases de datos con información personal y financiera. ¡Ay de aquel al que le toca la china! Más
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