Si le mostraran una fotografía de una calle comercial en plena hora punta de un día laboral cualquiera, no sería difícil catalogar a los transeúntes en diferentes categorías profesionales: jefes y ejecutivos, empleados de rango medio o bajo, autónomos, desempleados, etc. Si le mostraran otra imagen con una playa repleta de bañistas un día cualquiera de agosto, sería mucho más difícil realizar esa clasificación. Y es que, despojados de sus símbolos de autoridad, los jefes ni se diferencian demasiado del resto de mortales, ni impresionan como cuando actúan dentro de sus esferas de poder. Y usted, ¿cómo reaccionaría si se encontrara a su jefe en la playa?
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