Silicon Valley: la leyenda de El Dorado en el siglo XXI

En los últimos cinco años he tenido la oportunidad de hablar con decenas de empresarios, emprendedores y futuros emprendedores. La mayoría de las veces surge un tema recurrente y obsesivo: ¿cómo conseguir capital? Todo ello acompañado de detalles sobre rondas de financiación, métricas especializadas y mucho vocabulario importado del ámbito financiero.

Parece que la única forma de ganar dinero es pegando un pelotazo gracias a un ’empujón’ millonario.

Nada me entristece más que tras escuchar toda esta cháchara me pregunten: ¿y tú cómo consigues clientes? Cuando alguien hace esta pregunta tras hablar de otras docenas de cosas —más importantes para ellos— están dejando muy claro su orden de prioridades. El cliente no suele ser el más importante, es más, tiene la pinta de ser el gran desconocido. Tienen mucho más trabajado el perfil del inversor ideal que el de su cliente ideal.

El cliente y el producto no son más que una excusa para que alguien ponga dinero.

Gracias a ese dinero, podremos conseguir inversores de más categoría, que pondrán más dinero, y a su vez más dinero y más inversores, hasta que alguien muy grande, les retire a todos con suculentas ganancias. Si Whatsapp, Tumblr, Flickr lo hicieron, ¿por qué tu idea no puede lograr lo mismo?

Cuando las fases de emprender se parecen demasiado a un esquema Ponzi es que algo funciona mal. La historia se olvida automáticamente de todos aquellos que se quedaron en la cuneta, con sus dossieres llenos de planificaciones en excel y sus powerpoints a los que dedicaron cientos de horas de trabajo. Nadie se acuerda de aquellos jóvenes a los que les prometieron stock options, futbolines y hamacas para relajarse a cambio de la energía y talento de sus mejores años. Son esas víctimas necesarias para completar una tragedia que se repite una y otra vez.

Aunque en los MBA se estudian casos de empresas que tardaron años en consolidarse, todos ponen su vista golosa en las estrellas que enseñan cómo llegar a lo más alto en un horizonte de no más de tres años. Las startups tecnológicas: los reyes del rock & roll.

Las tecnológicas se han convertido en una especie de ruleta, donde se quiere ganar apostando a un número.

Y no vale con tener “modestos” crecimientos de dos cifras, por debajo de tres cifras no se considera interesante. Todo vale con tal de llegar al famoso break even. Incluso inventarse el producto, y por supuesto, transformar a los clientes en simples usuarios a fin de que no molesten en nuestros planes de negocio.

En contraposición a esto existen miles de empresas en todo el mundo que ponen al cliente en el centro del modelo. No es un hecho aplicable en exclusiva a un sector o una cultura. En Europa también sabemos hacerlo. El Mittelstand alemán, es un ecosistema de pequeñas y medianas empresas que representa el modelo contrario al de Silicon Valley. A través de un plan a largo plazo, y con un crecimiento contenido, reportan beneficios modestos, pero constantes a lo largo del tiempo, desarrollando poco a poco un producto de calidad, con una filosofía de empresa orientada a cliente, donde éste es el centro. Su modelo genera empleo de calidad, sostenible a largo plazo.

¿Se han cuestionado aquellos que participan en un modelo de ‘startup’ qué será de ellos en diez años? Después de planteárselo, seguramente vendrán algunas otras dudas, cada vez más inquietantes.

Ese pensamiento ‘tradicional’ ha hecho que Alemania sea, junto con Estados Unidos una de las potencias del mundo de software e informática en general. En EE.UU además de Silicon Valley se hace tecnología en muchos otros estados, empresas asociadas a las universidades o producto del emprendimiento de jóvenes y no tan jóvenes. No olvidemos en que en el país norteamericano hay aproximadamente 25 millones de empresas.

Algo tecnológico requiere innovación constante, pero por otro lado, para consolidarse como producto y competir en un entorno extremadamente competitivo requiere algo más cercano al trabajo artesano que al trabajo en una cadena de producción. Los que vivimos de vender software sabemos que el detalle es fundamental y que las diferencias más llamativas entre un producto y otro se basan en lo que el cliente percibe, y al principio son únicamente pequeños detalles.

Todos queremos más por menos y además lo queremos rápido. Pero si pretendemos crear algo que dure, tenemos que hacerlo de otra manera.

Nada que se mantenga firme al paso del tiempo se construye rápido, sin dedicarle tiempo, constancia y dedicación.

El cielo está lleno de estrellas fugaces de las que nadie se acuerda. Esta reflexión debería servir tanto para aquellos que desean emprender como a los que buscan trabajar en una empresa tecnológica: ¿Dónde quieres estar dentro de diez años?, ¿cómo te veías hace diez años?

Yo me hice esa pregunta y observé que las personas que tenían diez años más que yo y seguían el camino que yo pretendía seguir no parecían estar satisfechas con su vida. Cambié la pregunta por otra, ¿qué hicieron esas personas que tienen diez años más que yo y que sí parecen satisfechos con sus vidas?


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