El término está de moda. Consultoras como McKinsey & Co. vaticinan que, a finales del 2017, la transformación digital estará en la mente de todos los CEO como obligación prioritaria.
En la entrevista que hice a Fernando Polo, director general ejecutivo de Territorio Creativo, pudimos ver cómo, incluso para una empresa digital como es TC, ha sido un esfuerzo a medio plazo, lleno de problemas y soluciones novedosas.
¿Si una empresa ya muy digital requiere meses cuando no años para su reconversión, qué es necesario para conseguir que lo logre una gran empresa tradicional?
Fernando nos habló del compromiso al máximo nivel. Los presidentes y consejeros delegados deben estar en el empuje inicial, convencidos de que, o ellos se lo creen o el resto de la empresa va a pasar de la transformación digital.
Un presidente que necesita que su secretaria le conteste el correo y que su único contacto con la tecnología es el whatsapp familiar, lo tiene difícil. La transformación digital requiere un esfuerzo de todos pero tiene que estar liderada desde el primer ejecutivo.
Transformación digital no es tecnología –que también–, sino un acercamiento al cliente y a los demás stakeholers de la empresa en formatos interactivos y dinámicos, que generan empresas más trasparentes y procesos más ágiles con clientes y empleados más participativos que nunca anteriormente.
Los sistemas tienen que evolucionar hacia servicios que se puedan ofrecer, a precios competitivos, 24 horas al día, 365 días al año y que permitan al cliente consultarlos en cualquier momento y desde cualquier dispositivo.
Pero también los empleados deben adquirir en la empresa los mismos comportamientos digitales que ya tienen, en su mayoría, en su vida particular. Alguien que consulta media docenas de aplicaciones en su teléfono inteligente y usa aplicaciones de todo tipo, desde reservar un viaje a una cena con amigos o medir el tiempo que se ejercita a diario, tiene que estar frustrado si, en su lugar de trabajo, tiene que lidiar con un PC de hace 10 años, con un sistema operativo obsoleto y sin acceso a Internet.
Los sistemas modernos, desde la nube en su mayoría, deben ser fáciles de usar, accesibles sin grandes preparaciones y, como una app, responder exactamente a lo que busca el cliente o el empleado en cada momento.
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