¿Cómo saben que la tengo pequeña?

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Eso era lo que se repetía un compañero mío, de perfil no técnico, cada vez que empezaba a  navegar por páginas no relativas a su trabajo y comenzaba a observar cómo se repetían anuncios sobre ungüentos y píldoras maravillosas: “¿Cómo saben que la tengo pequeña?”

Y es que no nos damos cuenta pero nuestras acciones en Internet van dejando una huella, un rastro continuo que vamos dejando sin conocerlo, que redes y anunciantes luchan por conseguir: intereses, aficiones, gustos, páginas visitadas, horarios, localizaciones….; todo ello para servirnos la publicidad más acorde o afín a nosotros. ¿Aciertan? Yo creo que sí, visto la cantidad de empresas que viven de ello, alguno pincha, seguro (y compra la pildorita).

No solo el todopoderoso Google, que nos espía y analiza desde mil y una aplicaciones donde recopila datos que luego “vende” a los potenciales anunciantes, el omnipresente facebook o twitter, sino cientos de redes con pequeños scripts que se incrustan en páginas de noticias nos observan y almacenan información valiosa para ellos con fines comerciales.

Pero, ¿las cookies no eran buenas y nos ayudaban a una mejor experiencia de usuario? Así es, facilitan la navegación y personalizan el contenido para dirigirlo al público más adecuado, gracias a almacenar datos de los usuarios (personales o anónimos) durante las visitas a la página: recuerda campos de formulario, selecciones de filtros, ubicación, idioma, contenido…. El creador o generador del contenido espera recibir algo a cambio de su visita y si no es con un pago directo por parte del usuario, que sea a través de un tercero que pague la fiesta, un pago indirecto.

Y qué ha cambiado en los más de 10 años de esta anécdota: mucho en el contexto y poco en la base.

La base es más o menos la misma, recoger datos de navegación de los usuarios para adecuar el contenido y sobre todo, la publicidad. Es cierto, que los algoritmos si han mejorado, también por la mayor cantidad de datos que se recogen y el mayor conocimiento de los usuarios.  El contexto si ha cambiado. Hemos pasado de estar 8 a 24 horas conectados, de hacerlo desde varios dispositivos, en cualquier sitio, de estar siempre logados para facilitar los accesos, de tener nuestros servicios en la nube, principalmente el correo, y sobre todo, el auge de las redes sociales, que no solo permite a la plataforma conocernos mejor, sino conocer a nuestro entorno. En resumen más datos a recoger, más personalización, más capacidad de vender.

¿El futuro? Si yo fuera plataforma, empezaría a reconocer y analizar el contenido multimedia que suben los usuarios, de un valor comercial altísimo. Qué ropa llevas tú o tus amigos, qué coches te gustan, dónde pasas tus vacaciones, en que restaurante te hiciste el selfie, …

¿Da miedo?

Siempre queda otra opción, el anonimato en la red, o incógnito que llaman otros, aunque difícil de llevar en esta era hiperconectada donde es necesario identificarse para ver lo que hacen los demás y estar en la conversación, aunque así no sabrán si la tenemos pequeña.

Nunca lo comprobé.


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